El sueño sobre ruedas de Donald Trump

La alocada historia detrás del Tour de Trump, la carrera diseñada para eclipsar el Tour de Francia y que llegó a ser uno de los eventos ciclistas más grandes en la historia de Estados Unidos

Ciclistas disputando el Tour of Trump Foto: PhotoSport International shows

¿Qué pasaría si Donald Trump decidiera llevar a Estados Unidos una carrera ciclista tan prestigiosa como el Tour de Francia? En 1989, esa idea se hizo realidad con el nacimiento del Tour of Trump, un evento que prometía llevar a los ciclistas más destacados del mundo a las carreteras estadounidenses, con el glamour y el poder de Trump como principal impulsor. Con grandes premios, cobertura mediática y la promesa de un espectáculo deslumbrante, el éxito de la carrera parecía asegurado.

Jim Nance y Billy Packer, durante una retransmisión de la CBS. | Foto: Bob Stowell / Getty

Esta curiosa aventura comenzó en un restaurante de Indianápolis, en el verano de 1987, con un joven reportero y un locutor de baloncesto llamado Billy Packer como protagonistas. Ese joven reportero, que acababa de cubrir el Tour de Francia, se llamaba John Tesh y su entusiasmo terminó por convencer a Packer de traer el glamour del mejor ciclismo a la tierra de las oportunidades, a pesar de las reticencias iniciales del empresario.

Packer vio en la carrera una oportunidad de negocio a pesar de su desconocimiento sobre los entresijos del ciclismo, ya que, el terreno de Nueva Jersey y las inversiones en Atlantic City resultaban propicios para dar luz verde al proyecto. En un primer momento, propuso la idea a varios ejecutivos de casinos de la zona bajo el nombre prematuro de Tour de Jersey, pero todos rechazaron apoyarlo. Fue entonces cuando entró en escena Donald Trump, la persona que cambiaría el rumbo del proyecto.

El impulso de Trump

La Torre Trump, en la Quinta Avenida de Manhattan, fue el escenario de la reunión entre el magnate y Billy Packer. La alocada propuesta, unida al instinto empresarial de Trump, creó el cóctel perfecto para dar luz verde al Tour de Trump.

Donald Trump en su oficina de la Torre Trump, años 80. |. Foto: Pinterest.

La carrera comenzó a tomar forma mientras los organizadores recorrían 40.000 kilómetros de Estados Unidos para planificar un trayecto de 1.350 kilómetros dividido en 10 etapas, desde Albany hasta Atlantic City. Para su ejecución, se utilizaron 35.000 conos de tráfico, 12.100 metros de vallas para nieve, 9.100 metros de cuerda y 45.000 bridas de plástico. En cuanto a las cifras económicas, el premio en metálico alcanzó los 250.000 dólares para los ganadores, y el futuro presidente de Estados Unidos garantizó 750.000 dólares en financiamiento directo, logrando ganancias sustanciales de forma rápida.

El plan de difusión para atraer a grandes figuras del ciclismo se centró en resaltar las cifras económicas dispuestas para la carrera ciclista, junto con la elección del nombre de la carrera, confiando en el poder de atracción internacional de Trump. Al ser preguntado por qué no se llamaba Tour of America, respondió a Sports Illustrated:

Podríamos hacerlo si quisiéramos tener una carrera menos exitosa. Si quisiéramos reducir su escala”.

Trump y las estrellas del ciclismo

El cartel del evento consiguió reunir a 19 equipos, ocho de ellos de la máxima categoría profesional. Entre los participantes destacaban Greg LeMond, el único estadounidense ganador del Tour de Francia en ese momento, y Alexi Grewal, medallista de oro olímpico.

Las restantes once escuadras pertenecían a la categoría amateur, incluyendo un equipo holandés patrocinado por un burdel. En total, tomaron la salida 114 ciclistas. En cambio, las ausencias más notables fueron algunas figuras políticas de renombre como el alcalde de Nueva York, Ed Koch, y el gobernador Mario Cuomo, cuya participación se limitó a una breve aparición en una de las etapas como muestra de su oposición a Donald Trump.

Donald Trump en el centro junto a los ciclistas destacados del Tour of Trump

El banderazo de salida se dio el 5 de mayo de 1989. La primera etapa, entre Albany y New Paltz, guio a los ciclistas por un tramo conocido como Devil’s Kitchen, en Catskills, que ascendía de 300 a 1.840 pies sobre el nivel del mar en apenas dos millas. La dureza del recorrido fue tal que los periodistas que acompañaban a los organizadores no pudieron llegar a la cima en el autobús mientras reconocían el trazado.

La segunda etapa, que comenzó en Nueva York, estuvo marcada por una mayor presencia de manifestantes que de aficionados al ciclismo. Pancartas con lemas como “Trump = El señor de las moscas” o “El arte de la negociación = Los ricos se hacen más ricos” reflejaban la controversia hacia el magnate mucho antes de su presidencia. Esa jornada los ciclistas recorrieron 198 kilómetros a través de Nueva Jersey y terminando en Allentown, Pensilvania.

Ekimov, ciclista amateur del equipo soviético venció en la primera etapa a los profesionales en 1989. | Video: NBC (Diablo Scott).

Los favoritos emergen

El recorrido continuó por diferentes enclaves como Pensilvania, Maryland y Virginia, hasta llegar a Atlantic City en el estado de Nueva Jersey. Estas etapas, por el contrario, no generaron gran controversia y la falta de dramatismo llegó a  decepcionar a Donald Trump, quien al final de la novena etapa comentó a un periodista que no se trataba de una “carrera legendaria en su primer año”.

En el capítulo de excentricidades, el magnate neoyorquino tenía a bien invitar a los protagonistas destacados de la carrera a su yate personal. Pero en el caso de Vanderaerden, a pesar de ser el líder, su director de equipo le prohibió subirse a la nave de más de 120 metros de eslora bautizada como Trump Princess alegando la necesidad primordial de descansar y concentrarse en su objetivo principal, ganar la carrera.

El yate Trump Princess navegando por el río Hudson. | Foto: yachtharbour.com

La última etapa, una contrarreloj de 38,6 kilómetros en el paseo marítimo de Atlantic City, fue decisiva. Eric Vanderaerden, del Panasonic-Isostar, líder en la clasificación general, cometió un error al seguir a una moto de la organización y se desvió del recorrido, permitiendo al noruego Dag Otto Lauritzen, del equipo 7-Eleven, ganar la etapa y la clasificación general. El holandés Henk Lubberding también adelantó a su compañero de equipo, Eric Vanderaerden, propiciando un cierre digno de película hollywoodiense.

Los focos se apagaron

A pesar de la alta calidad de los participantes y la cobertura mediática, el Tour de Trump no logró consolidarse como una cita clave en el calendario internacional. Cuando su imperio inmobiliario empezó a tambalearse, Donald Trump retiró su patrocinio tras dos ediciones, momento en el que la empresa DuPont asumió el liderazgo de la organización. Con este cambio, en 1991 la carrera ciclista pasó a llamarse Tour DuPont, sin embargo, el evento nunca alcanzó la relevancia esperada y el proyecto cayó en el olvido tras la edición de 1996.

Para Donald Trump, el evento fue mucho más que una carrera, fue una extensión de su marca. Su nombre, inscrito en cada pancarta, podio y coche de apoyo, convirtió el Tour de Trump en una muestra temprana de su estilo característico: grandilocuente, mediático y cargado de simbolismo personal.

Donald Trump posa con el maillot de líder. | Foto: Harry Hamburg / NY Daily News / Getty

El Tour de Trump, aunque breve, marcó un intento significativo por parte de Estados Unidos de establecer una carrera ciclista de renombre internacional a la altura y semejanza del Tour de Francia, La Vuelta a España o el Giro de Italia. Fue una mezcla de ambición deportiva, espectáculo mediático y ego empresarial. Y a pesar de que no perduró en el tiempo, hoy, el Tour de Trump se recuerda como una rareza deportiva, una extravagancia ochentera donde el ciclismo y el espectáculo se dieron la mano bajo el brillo de los focos.

Entrevista a Donald Trump sobre el Tour of Trump. | NBC

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