Rosalía y el arte de romperse con elegancia

Rosalía transforma la vulnerabilidad en belleza y reafirma su poder de reinventarse con su último éxito, Berghain
Rosalía en el interior de un autobus junto con la orquesta. | vevo.

El nuevo single de Rosalía titulado “Berghain”, adelanto de Lux, que será su nuevo disco, vuelve a demostrar que su lenguaje artístico no conoce fronteras. La artista catalana, que ha transitado del flamenco experimental de El mal querer a los paisajes electrónicos e introspectivos de Motomami, presenta aquí una pieza operística donde la emoción se convierte en arquitectura sonora. Cada verso vibra como una joya agrietada, cada nota respira un corazón que se apaga y cada imagen componen una obra audiovisual que hace del riesgo un ejercicio atractivo de experimentación artística, donde lo conceptual y lo visceral se entrelazan, y cada instante se siente como un latido suspendido entre lo íntimo y lo grandioso.

La referencia a Berghain: templo del exceso y de la libertad

El título de su último single no es casual, Berghain es el mítico club berlinés considerado la catedral mundial de la música electrónica, un lugar donde se disuelven las fronteras entre cuerpo, identidad y deseo. Su puerta, casi infranqueable, se ha convertido en símbolo de exclusividad, pero también de entrega total, porque al cruzar su umbral el tiempo se diluye y las normas desaparecen.

Rosalía toma ese imaginario y lo transforma. En su canción, Berghain no es solo un espacio físico, sino una metáfora del abismo emocional, invitándonos a descubrir el lugar donde uno se enfrenta a sí mismo entre luces estroboscópicas y silencios interiores. Allí la vulnerabilidad no se esconde, se exhibe. La artista reinterpreta el club como un templo de la catarsis, un espacio donde el dolor puede bailar y donde la tristeza se convierte en un acto de resistencia estética. Es, en definitiva, un símbolo del renacer a través del caos.

Fachada de la discoteca Berghain en Berlín. | Foto: Warp.
La joya y su orquesta invisible

El videoclip continúa esa exploración entre lo real y lo simbólico. Dirigido con una estética casi pictórica, mezcla el claroscuro de los escenarios industriales con la pureza etérea de la luz blanca. Los interiores recuerdan a un laboratorio de emociones donde todo brilla, pero nada vive del todo. En él, joyas, cristales y bisturís relucen como metáforas de la fragilidad humana.

La canción transmite una lectura alegórica sobre una mujer doliente del corazón, la joya, a la que los médicos, representados en el videoclip como joyeros, no logran devolver la esperanza. A su alrededor, una orquesta imaginaria la acompaña en su caída; no son músicos, sino pensamientos intrusivos que componen la sinfonía de su desesperación.

Rosalía emerge en la puesta en escena vestida con un diseño minimalista, entre lo sagrado y lo clínico, moviéndose apenas, como si cada gesto pesara. El color dominante compuesto por una gama de grises, perlas y reflejos metálicos, refuerza la idea de un alma atrapada entre el frío del duelo y el destello de lo divino. El regreso a casa tras la mala noticia la sitúa en un paisaje casi onírico, como una Blancanieves desorientada en su propio bosque interior. 

Rosalía en un fotograma del videoclip sostiene a un petirrojo.

Rosalía observa el petirrojo posado en su mano, este pájaro simboliza la conexión con la naturaleza, la intuición y el lado divino femenino que le da permiso para liberarse, antes de transformarse en una paloma blanca en el final del vídeo. 

Videoclip Berghain

Tanto es así, que en los últimos minutos, el tono se vuelve casi celestial mientras la luz se abre paso y el brillo que antes cegaba se convierte en alivio. El terrón de azúcar presente en el videoclip es el reflejo de su vida consumiéndose lentamente, fundiéndose al ritmo de los últimos compases, que son también los de su corazón. Cuando la música se detiene, su alma se eleva en forma de paloma mostrando una despedida serena, luminosa, en definitiva, celestial. Ilustra así, la transfiguración del dolor en belleza, una de las obsesiones más constantes en su obra.

El riesgo como forma de arte

Con Berghain, Rosalía reafirma su poder narrativo y su instinto visual. Su voz, siempre al borde de la emoción, actúa como un instrumento que trasciende géneros, combinando la crudeza del dolor con una sensibilidad estética inconfundible. No se conforma con repetir fórmulas, pues cada proyecto suyo es una reinvención, un salto al vacío donde lo conceptual y lo popular se encuentran para sumir al espectador en un torbellino de emociones, dejándolo suspendido entre la sorpresa y la admiración, como testigo de un espectáculo que desafía cualquier expectativa.

Rosalía observa el terrón de azúcar, símil de su persona en la canción.

En un panorama musical que a menudo premia lo predecible, Rosalía sigue apostando por el riesgo y lo hace con una autenticidad que la ha convertido en una de las artistas más influyentes de su generación, capaz de transformar la vulnerabilidad en belleza y el desconcierto en arte, como en el caso de su último lanzamiento.

Berghain no es solo una canción, es una ópera en miniatura, que junto a la artista islandesa Bjork, combina a la perfección la música electrónica, clásica y el flamenco en un universo donde la emoción se despliega como una joya que se quiebra lentamente. Cada acorde, cada silencio, cada imagen parece flotar en el aire, recordando que la vulnerabilidad puede transformarse en belleza y que el riesgo creativo de Rosalía no conoce límites. Mientras los últimos compases se disipan, queda la sensación de que el corazón de la canción sigue latiendo, suspendido entre lo efímero y lo eterno, y que su arte ha dejado una huella que trasciende la música.

Videoclip oficial del single Berghain, Rosalía.

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