El escritor Carlos Ruiz Zafón y el fotógrafo Francesc Catalá-Roca son con sus obras una puerta de entrada a una Barcelona mágica, donde el encuadre y las descripciones atrapan a quienes se atreven a cruzar su umbral

El universo literario de Zafón
El poder del lector reúne magia e imaginación para reproducir de forma única e irrepetible los escenarios descritos por el escritor y cuanto más magnífico es su trabajo descriptivo, tanto más es el espectro interpretativo de quienes se sumergen en ese universo. Dicho trabajo artesanal está al alcance de no tantos escritores, uno de ellos es Carlos Ruiz Zafón y su puerta principal a El Cementerio de los Libros Olvidados, La Sombra del Viento. En la Barcelona de mediados del siglo XX, gracias a Zafón podemos recorrer unos escenarios ocultos al transeúnte corriente, pero a la vista de quien se atreve a leer entre líneas mientras recorre Las Ramblas en el tramo de Santa Mónica en busca del cementerio libresco, donde Daniel Sempere rescató del olvido el tomo del misterioso Julián Carax.

Bajo la mirada de Catalá-Roca
Pero sin revelar los grandes secretos que ocultan sus páginas nos vamos a detener en su singular portada, es normal quedarse prendido, como le ocurrió a Ruiz Zafón con la escena retratada por Francesc Catalá-Roca (1922-1998). La Esquina muestra una travesía amplia en 1956, donde un padre enfundado en una gabardina camina a prisa con su hijo. Quizás Carlos Ruiz Zafón vio al descubrir la fotografía el fiel reflejo del Señor Sempere, guiando a su vástago hacia el lugar donde reposan los libros, esperando ser rescatados y protegidos por sus nuevos guardianes. Además, la atmósfera de niebla, los árboles recién plantados y la farola estoica en primer plano completan una composición que transmite no solo la escena de sus dos protagonistas, sino la sensación del momento exacto en el que Catalá-Roca disparó la instantánea.

Siguiendo con la tetralogía del escritor barcelonés, sus siguientes obras en orden cronológico: El juego del ángel y El prisionero del cielo reflejan en sus portadas la Barcelona fotografiada por Francesc Catalá-Roca. En su segunda novela escogió la imagen tomada en el Paseo de Gracia, donde se puede observar a una niña caminando y flanqueada por las modernistas farolas y bancos diseñadas por el arquitecto Pere Falqués i Urpí. Para su tercer libro de la afamada saga utilizó la instantánea de 1946 tomada en Via Laietana, eso sí, haciendo desaparecer al guardia urbano por una mujer, licencia tomada por la editorial, y a pesar de las críticas, aprobada por la familia del prolífico fotógrafo catalán. Zafón y la editorial Planeta solo cambiaron de firma fotográfica en el cierre de El Cementerio de los Libros Olvidados, en este caso para adoptar la instantánea de Gabriel Casas.
Dos ARTISTAS para la posteridad
Sí podemos afirmar que Carlos Ruiz Zafón ha sido la pluma mágica que ha erigido de entre las palabras una Barcelona singular y evocadora, Francesc Catalá-Roca no se queda atrás. El artista de la ciudad condal era capaz de inmortalizar la vida de la ciudad a través de protagonistas de todo tipo, con encuadres amplios, con el fin de no cerrar la mirada a los detalles. Catalá-Roca era un fotógrafo moderno para su tiempo, reconocido por sus picados y contrapicados tan singulares. Su creatividad y calidad única le llevaron a ganar en dos ocasiones el premio Ciudad de Barcelona y el Premio Nacional de Artes Plásticas que otorga el Ministerio de Cultura. Son Carlos Ruiz Zafón y Francesc Catalá-Roca, dos estandartes que señalan el camino de entrada a una ciudad mágica en la que dejar envolverse en una ruta sin final, semejante a la escalera de caracol que capturó el fotógrafo y reconocido símbolo adoptado por el escritor en su laberinto de libros olvidados.


