En 1615 el conflicto entre balleneros vascos y ciudadanos islandeses llevó a promulgar una ley que cayó en el olvido sin abolirse

El comisionado Jonas Gudmundsson (izda.) le presenta al presidente de Gipuzkoa, Martín Garitano, la bandera de la Asociación de Comisionados de Distrito de Islandia | Foto: Ministerio de Asuntos Exteriores de Islandia
La caza de ballenas por parte de balleneros vascos era recurrente en las costas islandesas allá por el siglo XVII, bajo el permiso de las autoridades locales podían faenar durante la temporada de verano. La interacción fue recurrente y positiva, llegando a establecer un idioma propio para entenderse en los meses de convivencia en la isla.
Comercio y lenguaje común en la isla
Durante el siglo XVII, los balleneros vascos se aventuraron hacia aguas lejanas para buscar ballenas en áreas como Islandia debido a la gran demanda solicitada de aceite de ballena y otros productos derivados en Europa. Se utilizaba el aceite para fabricar velas, jabones o cosméticos, entre otros productos.
Los arrantzales eran conocidos por su gran habilidad para cazar a esta clase de mamíferos, esto sumado a que a Islandia las ballenas migraban en grandes cantidades hacía posible un negocio más que fructífero. Por otro lado, los islandeses aprovechaban tan solo la carne de las ballenas cuando estas varaban en la costa. Por tanto, la relación comercial era estable con el pago de tasas y el intercambio de productos y suministros.
A pesar de que la caza de ballenas se considera actualmente una práctica controvertida y en algunos casos ilegal, en la época de los balleneros vascos era una actividad económica legítima y una fuente importante de ingresos para muchas comunidades costeras.

Balleneros vascos | Foto: Historias de la Historia
El interés comercial conllevó la necesidad de entenderse en los meses de convivencia insular, de esta forma desarrollaron rudimentario idioma vasco-islandés, integrando palabras de ambos idiomas junto con el inglés y el francés. Lo que los expertos lingüistas reconocen como pidgin.
Estallido del conflicto
Una vez finalizada la temporada de caza de ballenas, la expedición vasca emprendía el regreso a su hogar hasta que una tormenta huracanada de grado nueve en la escala Beaufort truncó los planes y el destino de una parte de ellos. El temporal y el daño en la flota guipuzcoana no dejaban margen de maniobra, más que aguardar el fin del invierno en tierras islandesas bajo el ojo avizor de los desconfiados habitantes escandinavos.
Los tres hombres al mando de la expedición de 80 hombres eran Esteban de Tellería, Pedro de Aguirre y Martín de Villafranca, dividiendo el total de hombres en tres grupos. Es el grupo de Villafranca quien atrajo la ira de los habitantes del oeste de la isla. La intrusión para abastecerse en casa de un comerciante de Pingeyri, junto con la amenaza a un pastor de robarle parte de su ganado, irritaron a las autoridades que alentaron a la población a atacar a este grupo.

Þingeyri | Foto: Sigurður Bogi Sævarsson
Por esta razón y en vistas de futuros conflictos, el rey de Dinamarca Cristian IV, promulgó la directriz de defenderse de los balleneros vascos y de otros extranjeros que intentasen menoscabar la paz local. El comisario Ari Magnusson amparado en el dictamen Real, decidió que la solución era cortar por lo sano y utilizar las armas para acabar con los problemas que acontecían en la región. De este modo, asaltaron la casa donde descansaban los marineros vascos para ajusticiarlos.
La brutalidad fue tal, que no se conformaron con sesgar sus vidas, posteriormente profanaron sus cuerpos cortando genitales, ojos y nariz. En un primer momento, Martín de Villafranca logró escapar de la terrible suerte de sus compañeros, corrió con heridas en el pecho y el hombro producidas por un hacha hasta ser alcanzado por una piedra que terminó con su huida. Una vez alcanzado, el cuerpo de Martín fue rajado del ombligo al cuello con una brutalidad impúdica, al igual que el total de 32 hombres que murieron en las lejanas tierras islandesas. El juicio de las autoridades de la región no hizo más que justificar las acciones de los locales sobre la expedición vasca con base en los altercados ocasionados por los foráneos.
Por otro lado, se dictó orden de búsqueda y captura hacia los dos grupos restantes, pero sin noticias de la masacre, los de Tellería y Aguirre retomaron su regreso a casa a tiempo de evitar mayor desgracia. Con el paso de los siglos, la ley que amparaba la matanza de vascos cayó en el olvido hasta el año 2015, cuando las autoridades locales, vascas y descendientes de ambos bandos se reunieron en Islandia para realizar un acto simbólico.

Acto de conmemoración en Hólmavík, con Jónas Guðmundsson, Sheriff de los fiordos del oeste de Islandia; Illugi Gunnarsson, Ministro de Cultura, Esther Ösp Valdimarsdóttir, por parte de Hólmavík, y Martin Garitano, Diputado General de Gipuzkoa | Foto: euskalkultura.eus

